Nuestro colaborador, Rubén Úbeda, entrenador personal, dietista y fundador de Vitaltrain, nos aconseja sobre nutrición, entrenamiento y salud.

El acné es una alteración del equilibrio bacteriano de la piel producido por el sobrecrecimiento de la bacteria Cutibacterium acnes generando un proceso inflamatorio. Aunque lo más común es desarrollarlo durante los cambios hormonales de la adolescencia, cada vez hay más adultos con más de 30 años que todavía lo siguen arrastrando. A pesar de que está relacionado con trastornos hormonales, se ha visto que situaciones o sucesos estresantes mantenidos en el tiempo favorecen su aparición.
Ya se sabe y se habla de la conexión que hay entre la microbiota -la primera barrera de defensa-, la regulación hormonal y la alimentación. Cuando hablamos de microbiota, hacemos referencia a la flora bacteriana, esos millones de microorganismos que conviven en nuestro cuerpo y sin los cuáles no podríamos existir. Pues bien, si la microbiota no está sana, nuestra función hormonal se altera. De ahí que empiecen a aparecer alteraciones en otros sitios, como en la piel, que quizás nunca se relacionarían con el intestino.¿Qué podemos hacer? ¿Cómo sanamos un intestino y por ende un acné severo?
Lleva una alimentación antiinflamatoria
Llevar una alimentación antiinflamatoria consiste en retirar aquellos alimentos que contienen compuestos proinflamadores. De todos estos, vamos a destacar 5:- Gluten (que está presente en trigo, espelta, kamut, centeno, cebada, avena no certificada como sin gluten y productos derivados)
- Lácteos (incluye leches, yogures, kéfir y quesos)
- Soja y derivados (soja texturizada, tofu, tempeh, heura…)
- Azúcar (todo tipo de azúcar añadido)
- Alcohol (la cerveza y el vino también son alcohol)
¿Cómo elevar el poder antiinflamatorio a través de la dieta?
- Incorpora omega-3 cada día: sin duda, es la principal grasa antiinflamatoria que podemos incorporar a través de la dieta y la vamos a encontrar en el pescado azul (sardinas, boquerones, caballa, jurel, dorada, salmón…), semillas como el lino y la chía y sus aceites vírgenes derivados y frutos secos como las nueces.
- Evita el exceso de grasas proinflamatorias provenientes de aceites refinados especialmente, lácteos, embutidos o carnes rojas de pobre calidad nutricional.
- Eleva el consumo de fibras funcionales en tus platos. Algunos ejemplos serían el almidón resistente (que se logra cocinando y refrigerando los tubérculos y algunos cereales como el arroz), las verduras de color verde (espárragos, alcachofas, puerros, hojas verdes…), las pectinas que encontraremos en las manzanas cuando las asamos, los mucílagos de las semillas de chía hidratada, etc.
- Consume más antioxidantes: ¡que tus platos se llenen de colores! A más color, más poder antioxidante. El color del alimento indica el tipo de antioxidante que tiene. El color naranja de una calabaza, una zanahoria o de un boniato se debe a los carotenos. El color verde potente de la menta, hierbabuena, cilantro, perejil, etc. se debe a la clorofila y, el color morado se asocia a la presencia de antocianinas que podemos encontrar en la remolacha, los frutos del bosque (arándanos, açaí, maqui berry, remolacha, etc.) y en la col lombarda.